Las piscinas son una de las grandes alternativas de ocio para el verano, especialmente en aquellas zonas que no tienen playa. La cultura de las piscinas lleva siglos arraigada, como en las civilizaciones romana, árabe o turca, con sus diferentes versiones de los baños públicos. Obviamente, han perdido su función higiénica y ahora están dedicadas a una misión lúdica y social.
Un lugar de esparcimiento y reunión ideal en el que el elemento central es el recipiente de agua en el que los asistentes se dan un baño. No cabe duda de que hoy en día se tiene mucho cuidado con las medidas de higiene, de manera que se intentan evitar por todos los medios los posibles riesgos sanitarios. Tanto los responsables de las instalaciones como sus usuarios desean que se garantice la óptima calidad del agua. A fin de cuentas, el agua se ve sometida a diferentes procesos de contaminación, por lo que hay que hacer controles periódicos y una limpieza diaria.
Para ello, es imprescindible un correcto mantenimiento de la piscina. No cabe duda de que la formación y experiencia del responsable de la limpieza de la piscina es crucial para que las condiciones del agua y del espacio no se resientan. De ahí que sea tan importante contar con un profesional que preserve la calidad del baño para los usuarios de la piscina. En el caso de las piscinas ubicadas en domicilios particulares, también es de vital importancia que se controlen diferentes aspectos, pero al tener un uso menor, los procesos de contaminación son de menor intensidad e incidencia.
Con el objetivo de un buen mantenimiento, se debe conocer la dureza, pH y alcalinidad del agua, así como las posibles fuentes de contaminación de esta. Para tratar el agua, se pueden utilizar métodos como la filtración, la cloración y otros productos de desinfección.